
Segunda carta a Rubén
Te dije que me dejaras en este lugar, que fueras a dar una vuelta y cuando volvieras yo ya habría mirado las estrellas que allá en Santiago no hay. Santiago es un maldito inocente. Carretera espacial, a un lado pendiente estaba la tierra de Nahuelbuta y por el otro un bosque de pinos, total oscuro. Al final había una curva y desapareciste arriba del auto agarrando prestado piedras y pedazos de tierra, en buena, a la cordillera de Nahuelbuta. Estereo total, estábamos volados y queríamos ver. El cielo parecía de color petróleo y acababa de llegar la luz de las estrellas. Yo viajé quinientos kilómetros hacia este lugar. Ellas, años luz. Es como en las tardes donde comíamos asados acá en nuestro barrio y mirábamos a las chicas bonitas como viudos, la diferencia es que ahora somos dos antiguos. Recuerdas Rubén cuando estábamos borrachos preguntando a los faroles por nuestra muerte? Y cuando casi matamos a esos chicos de polera negra? Ahora ya no importa mucho nada porque estamos en la cordillera de Nahuelbuta y las estrellas apuntan hacia nosotros, hacia el futuro. Hacia donde los sueños son mierda y las calles cantan en un despertar de piedra color magenta. Volví a escribir Rubén. Gracias a la mierda de la vida o gracias a la vida mía que es una mierda o a como veo las canciones de la vida o gracias a la vida que como dice la Violeta no es verdad sino de mentira, como los ojos de la gente que a cada rato se dislocan y no sé Rubén pero volví a escribir como cuando tu eras mago y yo poeta. Como cuando esta noche te he dicho que me dejes en esta cordillera de Nahuelbuta oscura y bella antes de la vuelta a las cuatro de la mañana borracho. En esta que nos ha visto crecer y morir en nuestro vecindario pueblo de techos negros donde ya no se nada hermanito lindo por culpa de mis amores de mierda. Puente acecino el colgante, la cancha vieja del Julio Duran, el fuerte de los españoles quinientos de mierda. Y la casa de los que me trajeron cuando llegamos a comer pan con tomate y queso y algodón y nostalgia y cenizas y el viejo Zarko no supo si era sueño o de verdad éramos los mismos de siempre, retrocedidos y un poco nostálgicos. Tiempo de Dioses manito lindo, a esos que cantábamos en medio de la luna vacía y comíamos mariscos en la fiesta y la fiesta en mi departamento santuario antiguo era la borrachera que no todos entienden y han tenido que pasar años para que los que leen ahora puedan casi entender y no entender lo que pasó por ahí por los años de nuestra fiesta donde la magia y tantos fueron el testigo soñador.
Carta para Artigas
Es que no puedo sacármela de adentro mano, es una maldición esto de mi destino.
La hago aparecer en cada momento de espejos y cuando puedo no tenerla la busco, la espero sucio, mano.
He dejado de lado mis sueños de años un par de días y comienzo a pensar en normal.
Hoy mi cuerpo está como siempre quise, barbón y con pensamientos olor a tierra.
Borracho, desde cuando aprendí a escribir.
Y es que no puedo sacármela de a dentro manito, no quiero.
Invento historias de seres que me acompañan inexistentes, invento nombres de mujeres extrañas, pobre de mí también.
Lo único que alcanza a llamar mi atención ahora son algunas lecturas del poeta amigo Artigas.
Que donde estoy, que donde pertenezco pregunta mi sueño y las respuestas que me dan los dioses nadie cree, aunque estén a mi lado mirando, no los ven.
Norte, sur, centro, lejos de la gente, porque no me gusta como miran, sin piedad.
Y no pude toda la noche sacármela de adentro manito.
Raúl Pescador dice que eso de la tristeza solo cabe en el alma de los viejos como él y le digo que no es cierto.
La otra noche la he soñado, he mirado horas su carita reflejada de luna bella en la almohada frente a mí voz profunda y he tenido tantas ganas de besarla, pero no me he atrevido para no despertarla.
OJO MAGICO Y AL PRINCIPIO ME GUSTABAS La ladrona de besos tiene la culpa porque me ha robado y he perdido a la razón por ella. La ladrona de besos, tambaleante, algunas veces mantuvo su pelo sólo para mi y o que traté de no mirarla pero no pude, porque no quise. Tu voz de pronto comenzó a perder volumen, legibilidad, se hizo más distante y no pude hacer nada. Octubre dos mil tres, en una de mis caminatas medias nocturnas he sentido luces atravesando mi cuerpo, al perro callejero mirando triste y he visto tan poco, lo soñé. Al principio me mirabas tanto, eras perfecta y me gustaban las despedidas en tu departamento de barrio Ñuñoa porque quedaba siempre un gusto sabor esmeralda y ya pensaba en la próxima vez, recuerdo todo y recuerdo perfecto. Existe por ahí una carta que escribí hace años caminando por Concón a las siete de ese verano pensando en ti y la gente parecía caminar a través de una cámara lenta. El verde de la calle era como amarse, como cuando mi hermanita preferida viene desde lejos esperanza. O la cerveza helada en ese barcito que está ahí en Huérfanos frente a la Plaza Brasil allá en Santiago, a las siete de la tarde, al final de Diciembre. Esa vez caminando por Concón con la mujer que me trajo al planeta imaginé tu carta, recuerdas? Por estos años llego a mi computador como a las siete del Otoño y escribo tanto, me han dicho que soy una sombra en el tiempo. Mucha cerveza helada siempre, desde antes que la magia mirara mis manos por primera vez, desde hace años cuando era aun un niño bello. La ladrona de besos estuvo parada quince segundos allá y se llevó mi alma. Una vez canté para ti en mi casa despacito y también recuerdo la caminata por el paseo Ahumada una Primavera de noche a las diez, estabas un poco nerviosa en ese lugar extraño por su orden y como la gente caminaba dormida parecían cambiar de color, parecían estar en otro momento, en otro orden un poco más triste tal vez para ti. Luego te fui a dejar a la micro y quedé mirando harto rato como te alejabas, personaje yo único allá en la Alameda iluminada y tú avanzabas, Cordillera de los Andes. Y el Parque Forestal, cuando lo caminamos un verano a las cuatro, las hojas de los árboles nos saludaron y ronronearon la música de las Lámparas Amapolas, recuerdas? Aun la ladrona de besos camina y en mis sueños amanece abriendo mis ojos descalzos con sus deditos y se los lleva.
Estoy mas borracho que la borrachera completa. La que me pegué alguna ves por ahí. Y esto me gusta.
La hora del mal diario televisivo destruye al sol calizo y por dentro su ternura.
Me doy cuenta ahora que puedo tener a la poesía en mis manos.
Es la misma que veo en mis sueños y ahora tengo la amabilidad, la soberanía y el vuelo de las plantas de luz que acompañan siempre a los poetas.
Las palabras que son de nadie se podrán saber cuando amanezca y los dioses estén tranquilos de decir su pasión a todos los personajes de esta historia que somos nosotros.
Recuerdo cuando en el sur la niñez desdoblaba a la mirada mía que a veces estaba risueña pero sin saber amar, porque los días allá eran nublados, sobre todo en esos años que ni el viento lograba levantar los sueños de ese pueblo tan antiguo y mío.
Recuerdo cuando en el sur mi niñez hablaba de cómo sería la vida y como la llevaría años mas tarde allá quizás en qué lugar y le preguntaba a la gente adulta qué sería cuando grande y no sabían responder.
Ahora entonces la historia nos cuenta, ahora la historia nos muestra a los personajes con dolores de espalda y alma, ahora escribimos en pedacitos de papel encontrados en la calle para poder crear una historia real y conocida por todos.
Nuestra historia:
1.- Entonces René Sotomayor camina dentro de los adoquines, él camina entre la mirada de los perdidos, por ningún lado entonces él ya no siente nada.
2.-La chica bonita del ciber-café es tan distante y ambigua, que a veces parece coquetear con migo y con los demás.
3.-El otro día no entendí al viejo canoso de trescientos años que caminaba junto a mis pasos desdoblados y que hablaba en otro idioma conocido solo por él y los otros viejos que siempre he visto en la plaza.
Entonces un amigo me habla de la poesía y la calle al mismo tiempo y como poder proyectar fotografías en una pared gigante allá en el sur y yo respondo con la compañía de la magia, que todo esto es verdad, por que así me lo enseñó ella.